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Ese vaho asfixiante de aire caliente surgía desde el asfalto aquella tarde de diciembre en una pequeña capital del continente. Sentado en un parque, con un calor de muerte, observaba unos árboles que no parecían tener el más mínimo atisbo de calor. Se balanceaban levemente, regalándonos sus verdes y sus flores, su danza natural de juego con el viento, un espectáculo que a pesar de gratis, es espectacular, los árboles hermosos y frondosos en las capitales equivalen a pérdidas económicas, o al menos no generan dinero, que vendría a ser casi un sinónimo hoy en día, son una especie en peligro de extinción.

Casi olvidaba el calor apremiante en mi admiración de la creación, cuando un ruido desacostumbrado surge en el ambiente. Desvió la mirada y a unos metros en un semáforo veo dos autos que colisionaron de manera tonta, un conductor distraído golpeó la

parte de atrás de otro auto. De un segundo para otro, el conductor del auto de adelante, “la víctima” en este caso, baja de su vehículo con una llave inglesa en la mano izquierda y con una cara digna de una película de terror.

Parpadeo y en ese instante escucho el ruido del metal: la llave inglesa pegando en el capot del otro auto, los gritos de este hombre, la llave inglesa haciendo estallar vidrios, sangre, gritos, otras bocinas, la llave inglesa que cae al piso y este animal que vuelve a su auto y se retira sin más. Quedé atónito, como varios otros espectadores casuales, alguno llegó antes que yo al hombre con la nariz partida y empapado en sangre. El choque había sido insignificante, pero la desproporción de la respuesta había sido brutal y descriteriada, me recordó a José de Ortega y Gasset: El tigre no puede destigrarse, pero el ser humano si puede deshumanizarse.

No me acerqué al lugar del accidente, no por indiferencia, sino por solidaridad, en menos de un minuto ya habían unas veinte personas con el individuo, que seguramente seguía tan sorprendido como el resto por lo ocurrido, yo ya no tenía nada que hacer ahí.

Mientras buscaba rumbo, mi mente no podía borrar las imágenes del extraño suceso, venían a postre otras imágenes de experiencias anteriores, noticias de la televisión, de los periódicos, de los libros de historia.

Se nos define desde los tiempos de la Antigua Grecia comoAnimal Racional, Aristóteles hablaba que compartíamos el alma vegetal con todos los seres vivientes, el alma sensitiva con todos los animales y que lo propio del Homo Sapiens Sapiens era el alma racional, aquello que nos distinguía y nos hacía estar en la punta de la egocéntrica pirámide de la evolución que en nuestro narcisismo creamos, apuntando hacia arriba, con este Animal Racional en la punta, como lo más excelso, lo más puro. No es necesario saber, mucho de historia para saber que durante varios siglos en distintos continentes (no solamente en África, como se cree) el canibalismo era una práctica ritual casi intelectualista, que elevaba al ser humano, elevaba obviamente al que disfrutaba del festín, no al que era parte del festín.

La tecnología avanzó a lo largo de los siglos no cabe duda, pero tampoco cabe duda que toda esa maquinaria de pensamiento no haya sido puesta al servicio insaciable y promiscuo de una bestia llamada ambición, que usa la ingeniería y los descubrimientos como máquinas de muerte, como los campos de exterminio de la segunda guerra mundial, donde era mucho más barato usar gas que balas, quemar que enterrar, todo en un aparato siniestro que reducía costos y aumentaba las bajas. Nagasaki e Hiroshima, donde hasta hoy la gente nace con malformaciones, donde no pueden entablar una vida sana y normal, donde de noche aún resuenan los ecos de la explosión.

Los colonizadores llegaron con su prepotencia y con la pólvora, que causaba más daños que las flechas de aborígenes que en su mayoría no eran capaces de arrojarlas contra uno de sus pares, sino que eran sus utensilios de trabajo, lo que llevaba el alimento a la tribu, el concepto de “arma” no existía. Colón, que era un tipo culto, un diferente creyó que Haití era Japón y que Cuba era China, y creyó que los habitantes de China y Japón eran indios de la India. Este descubrimiento de América, aparte de ser un error de navegación, fue más bien un encubrimiento, como no se podía domesticar a varias tribus, empezó la balacera. Los hijos de esta tierra se hacían uno con ella cuando caían sus cuerpos al suelo luego de recibir un balazo de algún colonizador, hay leyendas indígenas, de aquellas pocas que sobrevivieron, que dicen que los ríos eran de agua cristalina, hasta que los colmaron de sangre la incomprensión y la Corona, el progreso y la colonización, como era entendido en aquél entonces. Como los indios no servían, trajeron a los negros, que venían en condiciones infrahumanas en barcos, eran vendidos a menor precio que el de un kilo de azúcar y eran menos “ociosos” que los indígenas. La historia hace invisible las hazañas de los negros, como si fuera que quieren esconder todo un continente, toda una raza, todos los errores y atrocidades cometidos hacia ellos. Se escapaban, formaban los llamados quilombos y pudieron resistir sin nada literalmente, batallas, ataques y hambrunas, pero la historia no les da su lugar en los libros todavía.

Hoy nuestro puñado de aborígenes viven exiliados en su propia tierra. El lenguaje no es una señal de identidad, sino más bien una maldición. Su cultura es a los ojos del progreso ignorancia y lo más triste es que cuando un indio renuncia a su lengua, a sus

tradiciones, él y la sociedad “culta” creen que empieza a civilizarse, aunque en realidad es un suicidio sigiloso, casi de humo.

Seguimos avanzando, siguen los implementos tecnológicos y la ciencia, sigue la máquina de la ambición, hay en este momento en el mundo bombas atómicas como para destruir unas dieciocho veces el mundo, no creo que haga falta ninguna, ya lo estamos haciendo pedazos, riéndonos del amazonas, regando con petróleo el océano y tirando nuestros desperdicios en el agua dulce. Dieciocho veces ¿para qué es necesario tanto? Este es nuestro único planeta, ya pensar que hay bombas como para destruirlo una sola vez ya resulta aterrador. Los países que las tienen aseveran que son para mantener la paz y la soberanía, más bien suena a amenaza y opresión.

El hombre sigue, siguen los suicidios y las depresiones, no hay nada nuevo bajo el sol, quizás cambian el orden y las formas, pero no hay nada nuevo, siguen habiendo personas oprimidas, siguen habiendo infancias tristes, muertes y miseria, cinco siglos igual. El encubrimiento de América nos sigue pesando. Estándares que no creamos nosotros nos ubican como tercer mundo ¿Alguien puede decirle al erudito que dividió el mundo en tres mundos, que este es solamente uno y que todos somos parte de él? Siempre pienso que las fronteras debieran limitarse a los

libros, a los dibujos, no a los países. Un país encuentra mucho petróleo y su petrolera pasa a valer más que Microsoft y automáticamente pasan a llamarlo “potencia” y “primer mundo” siendo que aún el 40% de su población vive en la miseria, y a estos miserables no les importa un bledo.

Me viene a la mente una frase de Eduardo Galeano: “La memoria de América ha sido mutilada por el racismo. Seguimos actuando como si fuéramos hijos de Europa, y de nadie más.”

Es muy sofisticado tener apellidos europeos, lo que renegamos es que muy probablemente

nuestros antepasados llegaron a Sudamérica con más hambre que dignidad, exiliados, asfixiados, vencidos y hoy nosotros nos vanagloriamos y creemos mejores por eso.

Cae la noche y estoy agotado, sigo con las imágenes de lo ocurrido esta mañana, el contraste de la naturaleza en armonía de los árboles bailando con el viento y luego la bestia con una llave inglesa agrediendo a uno de sus pares. Lo que me dejó este día en la mente: ¿Es todavía correcta la definición Animal Racional apropiada para el hombre? ¿Alguna vez lo fue?

Quizás se le pueda agregar una cuarta “alma” en este sentido, el alma brutal, así quedaría al menos más honesto el panorama, el Animal Racional Brutal es más identificatorio con lo que nos dice la historia, con lo que nos dice el presente. Tanta ciencia y tanto circo, que siempre aparece algo que nos sorprende, como un hombre con una llave inglesa o un niño de trece años que se suicida sin motivo aparente, tanto ruido y tanta excitabilidad nos llevan a tratar desesperadamente de conocer realmente a ese perfecto desconocido que es el hombre.




Imágenes de: bixukadas.wordpress.com / respuestasveganas.org / travel.webshots.com

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